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Ojojona, Herencia Viva del Corazón de Honduras

  • Foto del escritor: Maynor Moncada Funez
    Maynor Moncada Funez
  • 1 jun
  • 2 Min. de lectura

La historia de Ojojona comienza en 1579, cuando los españoles llegaron buscando oro y plata en las montañas de Guasucarán. El nombre “Ojojona” proviene del náhuatl Xoxonal, que significa “agua verdosa”, reflejando el entorno natural que lo rodea, con el paso de los siglos, este pequeño pueblo se transformó en un centro de riqueza cultural.

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Caminar por las calles empedradas de Ojojona es sumergirse en un museo viviente de artesanía. La alfarería, heredada de generaciones lenca, es el corazón palpitante de este pueblo y en donde más de 150 talleres familiares mantienen viva la tradición del barro negro, moldeando con sus manos jarrones, figuras de animales y escenas cotidianas que reflejan la vida y espiritualidad de su gente.

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Un pueblo que celebra sus raíces

El casco histórico de Ojojona, declarado Monumento Nacional en 1996, alberga tesoros arquitectónicos como la Iglesia de San Juan Bautista, construida entre 1803 y 1824. Su fachada neoclásica y su interior barroco, con retablos bañados en oro, son testimonio de la fusión de culturas que caracteriza a este pueblo. Además, la Iglesia El Carmen, erigida en 1876, y la Ermita del Calvario, construida en 1898, son puntos de encuentro espiritual y cultural para los habitantes y visitantes.


Cada enero, Ojojona y Lepaterique celebran el Guancasco, una ceremonia ancestral lenca que simboliza la paz y la hermandad entre pueblos, donde durante dos días, las comunidades se reúnen con danzas, música y rituales que mezclan creencias indígenas y cristianas, fortaleciendo los lazos sociales y culturales.


Legado Artístico

Ojojona es cuna de destacados personajes como Pablo Zelaya Sierra, pintor de renombre internacional, y Francisco Ramón Díaz Zelaya, compositor y fundador del Conservatorio Nacional de Música que lleva su nombre. Ambos han dejado una huella imborrable en la cultura hondureña, llevando el nombre de su pueblo natal a escenarios nacionales e internacionales.

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Entre las festividades más destacadas se encuentra El Guancasco, también conocido como "Paisanazgo", siendo esta una manifestación de hermandad entre dos pueblos, en este caso entre Ojojona y Lepaterique. Esta antigua celebración es mejor conocida como Paisanazgo, es decir, “encuentros recíprocos realizados entre dos pueblos con la participación de sus habitantes y líderes naturales, religiosos y políticos de ambas comunidades, con el propósito de reafirmar los lazos de amistad o reconciliar sus divergencias".

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Asimismo, el mártir San Sebastián, protector de Ojojona, es celebrado el 20 de enero, y Santiago Apóstol es el patrón de Lepaterique, cuya celebración se da el 25 de julio, por lo que los santos patronos juegan un papel muy importante en la festividad y es que generalmente los guancascos se celebran coincidiendo con las fechas patronales de los dos pueblos hermanos.


Ojojona no es solo un destino turístico; es un símbolo de la riqueza cultural y espiritual de Honduras. Visitarlo es apoyar a comunidades que, con esfuerzo y pasión, mantienen vivas tradiciones que nos definen como nación.


Es un recordatorio de que, en un mundo en constante cambio, nuestras raíces son el ancla que nos mantiene firmes. En cada pieza de barro, en cada calle empedrada, en cada sabor tradicional, Ojojona nos invita a reconectar con lo que somos y a valorar la herencia que nos ha sido legada.

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