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Cerro de Hula, donde el viento se convierte en energía y paisaje

  • katherinsotoma4
  • 26 oct
  • 3 Min. de lectura

A tan solo unos kilómetros de Tegucigalpa, en el municipio de Santa Ana, se levanta uno de los escenarios más impresionantes de la energía limpia en Honduras: el Parque Eólico Cerro de Hula.


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Este sitio, que se ha convertido en una parada obligatoria para los amantes del turismo ecológico y de aventura, combina la majestuosidad de las montañas del sur con la imponente presencia de sus gigantes turbinas, que giran incansablemente al ritmo del viento.


Visitarlo es una experiencia que mezcla la admiración por la naturaleza con el asombro ante el poder de la tecnología sostenible.


El parque se extiende sobre una vasta zona de colinas verdes, donde el aire fresco y constante se siente como un protagonista más del paisaje.


Desde la distancia, las enormes aspas blancas parecen esculturas modernas que se integran armoniosamente con el entorno natural. Pero al acercarse, el visitante puede apreciar la magnitud de estas estructuras, que alcanzan decenas de metros de altura y generan una energía que abastece buena parte de la región central del país.


Más allá de su función energética, Cerro de Hula se ha convertido en un destino turístico emergente. Grupos de excursionistas, ciclistas y familias visitan el lugar para disfrutar de caminatas entre los cerros, sesiones fotográficas al amanecer o al atardecer, e incluso para observar de cerca el funcionamiento de las turbinas.


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La vista panorámica desde las alturas es, sin duda, uno de los mayores atractivos: desde allí se puede contemplar el valle de Santa Ana y, en días despejados, la silueta lejana de Tegucigalpa.


El sonido del viento constante es una de las melodías más características del parque. Al recorrer los senderos, los visitantes se encuentran con la sensación de estar en un espacio casi mágico, donde la naturaleza se siente viva y el aire parece llevar consigo la promesa de un futuro más limpio.


No es raro ver grupos de jóvenes tomándose fotografías, estudiantes realizando visitas educativas o turistas extranjeros maravillados con la forma en que Honduras aprovecha su potencial natural.


Además del paisaje, el parque tiene un impacto positivo en las comunidades cercanas. La presencia del proyecto ha impulsado el desarrollo local, generando empleo y promoviendo una mayor conciencia ambiental.


Muchos habitantes de Santa Ana y aldeas vecinas han encontrado en el turismo una nueva fuente de ingreso, ofreciendo servicios como guías, venta de alimentos típicos y transporte hacia las zonas más altas del cerro. Esta interacción entre tecnología, naturaleza y comunidad le da un valor agregado al lugar.


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Los visitantes suelen coincidir en que el mejor momento para conocer Cerro de Hula es durante el amanecer o el atardecer. En esos instantes, el cielo se tiñe de tonos anaranjados, rosados y violetas, mientras las turbinas giran con serenidad.


La luz del sol se refleja en sus aspas, creando un espectáculo visual que muchos comparan con una danza de gigantes blancos sobre el horizonte hondureño.


Aunque la visita al parque requiere ciertas precauciones por las pendientes y el viento fuerte en algunos puntos, la experiencia resulta totalmente segura y reconfortante. Muchos visitantes optan por subir en vehículo hasta las zonas habilitadas, mientras que los más aventureros prefieren hacerlo caminando o en bicicleta. En ambos casos, el contacto con la naturaleza es inevitable y profundamente revitalizador.


El Parque Eólico Cerro de Hula no solo representa un ejemplo del compromiso de Honduras con las energías renovables, sino también un símbolo del equilibrio entre el progreso y el respeto por el medio ambiente.


Visitarlo es adentrarse en un paisaje que inspira, enseña y emociona; un lugar donde el viento no solo mueve turbinas, sino también las ganas de creer en un futuro más limpio, más verde y más esperanzador.

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