Silencio y devoción: el latido espiritual del Viernes Santo
- Maynor Moncada Funez
- 18 abr
- 2 Min. de lectura
Cada año, el Viernes Santo se convierte en un día de recogimiento, reflexión y profunda espiritualidad para millones de personas alrededor del mundo. Esta jornada, que forma parte del Triduo Pascual, conmemora la pasión, crucifixión y muerte de Jesucristo, según la tradición cristiana.

Las calles de muchos pueblos y ciudades se visten de solemnidad. Las procesiones, con sus pasos religiosos, imágenes cargadas de simbolismo y el acompañamiento de marchas fúnebres, invitan al silencio y la contemplación. En ellas participan cofradías que se preparan durante todo el año para rendir homenaje a la figura de Cristo crucificado.
Uno de las actividades más significativos es el Vía Crucis, donde los fieles reviven el camino que recorrió Jesús hasta el Gólgota. Cada estación representa un momento de sufrimiento, pero también de esperanza y redención. Esta práctica fortalece la fe y une a la comunidad en un acto simbólico de acompañamiento.
En muchos hogares, el Viernes Santo también implica ciertas tradiciones, como el ayuno y la abstinencia de carne, en señal de respeto. Algunas familias se reúnen para ver películas religiosas, leer pasajes bíblicos o simplemente guardar silencio durante ciertas horas del día.
Las iglesias permanecen sin campanas ni flores. El altar está desnudo, representando el duelo. Durante las celebraciones litúrgicas, como la adoración de la cruz, no se celebra misa, lo que marca la singularidad del día dentro del calendario litúrgico católico.
No obstante, el significado del Viernes Santo no es exclusivo de lo religioso. También se convierte en una oportunidad para la introspección personal. Muchos aprovechan el día para desconectarse del ritmo cotidiano, reconectarse con sus valores y repensar sus acciones y relaciones.

A pesar del paso del tiempo el Viernes Santo sigue siendo una fecha que moviliza multitudes y genera una atmósfera única. Ya sea desde la devoción, la tradición o la búsqueda espiritual, continúa despertando emociones profundas.
Este día no invita al festejo, sino al silencio y al respeto. Es un recordatorio del sufrimiento humano, pero también de la capacidad de entrega, perdón y esperanza. Un llamado a mirar hacia dentro y preguntarse por el sentido de la vida y el sacrificio.
En definitiva, el Viernes Santo trasciende generaciones y fronteras. Es un día donde el corazón del mundo parece latir más despacio, envuelto en un manto de fe y contemplación. Un día para recordar que, incluso en la oscuridad, siempre hay luz al final del camino.














































































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