Ojojona un destino colonial cerca de Tegucigalpa
- Maynor Moncada Funez
- 20 sept
- 1 Min. de lectura
A solo 40 minutos de Tegucigalpa, Ojojona se alza como uno de los pueblos coloniales más encantadores de Francisco Morazán. Con más de cuatro siglos de historia, conserva calles empedradas, casonas de adobe y una tradición artesanal que mantiene viva la identidad cultural de la región.

Fundado en 1579 por mineros españoles atraídos por yacimientos de oro y plata, el municipio resguarda un casco histórico declarado Monumento Nacional en 1996. Entre sus joyas arquitectónicas destaca la Iglesia de San Juan Bautista, cuya construcción inició en 1803 y concluyó en 1824, además de numerosas casonas que hoy funcionan como cafés, galerías y talleres.
La artesanía es uno de los mayores orgullos del lugar. Talleres familiares producen piezas de barro, madera y cuero que se ofrecen tanto a la comunidad como a los visitantes. En el mercado local, los precios comienzan desde unos 40 lempiras, lo que permite adquirir recuerdos accesibles y auténticos.

El patrimonio religioso también forma parte de la ruta turística. La Parroquia de San Juan Bautista, la Iglesia del Carmen (1876) y la Ermita del Calvario (1898) reflejan la devoción y la historia del municipio. Para los amantes de la naturaleza, senderos, miradores y el famoso Puente El Cuzuco invitan a recorrer bosques cercanos y disfrutar de vistas panorámicas.

La gastronomía acompaña cada visita: desde la yuca frita con chicharrón y los tamales de maíz, hasta los dulces tradicionales y el café local que completan la experiencia.
Entre historia, artesanías y paisajes de montaña, Ojojona se ha consolidado como una escapada ideal para quienes buscan cultura y descanso sin alejarse de la capital.















































































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