Sembrar y cuidar los mangles es sembrar vida

Los mangles, árboles que crecen en zonas de transición entre el agua dulce de los ríos y el agua salada del mar, son mucho más que parte del paisaje costero: son esenciales para la vida.

Estas especies contribuyen a mejorar la calidad del agua, al filtrar sedimentos y actuar como barreras naturales contra la contaminación. También sirven de refugio y hábitat para una enorme diversidad de vida silvestre: aves, mamíferos, reptiles, así como peces, moluscos y crustáceos, de los que dependen directamente muchas comunidades pesqueras.

Los manglares no solo protegen el medio ambiente, sino también a las personas. Actúan como barreras naturales que reducen el impacto de tormentas, marejadas, inundaciones y la erosión costera. Además, ayudan a mitigar el cambio climático, capturando alrededor de 2.8 millones de toneladas de dióxido de carbono (CO₂) cada año, según el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA).

Cuidar de los manglares es cuidar de las personas. La salud de estos ecosistemas, de los mangles que los componen y de las especies que los habitan, es vital para la seguridad alimentaria, la protección de los poblados costeros y el equilibrio ecológico.

¿Por qué son importantes los manglares para el planeta?

Los manglares ofrecen servicios ecosistémicos únicos. Su intrincada red de raíces y su suelo rico en nutrientes forman un vivero natural para numerosas especies marinas. Muchos peces y crustáceos se desarrollan entre sus raíces sumergidas durante su etapa juvenil, antes de migrar al mar abierto al alcanzar la adultez.

En pocas palabras, los manglares sostienen la biodiversidad, protegen la vida humana y regulan el clima global. Sembrarlos, conservarlos y protegerlos no es solo un acto ecológico: es una inversión directa en el futuro del planeta.